martes, 6 de marzo de 2012

INTERREGNUM XXI

Libertad de Pensamiento - Proceso a la Democracia de Jean Haupt.
Proceso a la democracia, la gran farsa, de Jean Haupt, publicado en España por Ediciones Ojeda. Adpo de Correos, 34055, E08080, Barcelona. edicionesojeda@telefonica.net

Este texto acerca de la Libertad de Expresión ha sido extraído de la obra Proceso a la Democracia, la gran farsa de Jean Haupt...

"La Libertad de Pensamiento, es, según dicen, una libertad jamás discutida. Evidentemente, en lo más recóndito, cada uno piensa lo que quiere y como lo quiere.

Quizás fuera cierto antaño, ya no lo es hoy en día, y esta famosa libertad de pensamiento, orgullo de la democracia, no es más que una ilusión.

Se supone que en esta democracia hay libertad de pensamiento, que podemos pensar y decir lo que queramos, pero no es así, la Dictadura de lo Políticamente Correcto, estigmatiza al disidente político-cultural, cuando no, censura directamente o, encarcela.
Porque los hombres de hoy en día, quienes sean, donde estén, se encuentran sometidos en todo momento, en la calle, en la oficina, en la fábrica, en el taller, en su trabajo, en su descanso, en sus distracciones, y hasta en la intimidad del hogar, por medio de la imagen, del libro, de la prensa, del cine, de la radio, de la televisión, a la acción constante, permanente, absorvente, abierta o insidiosa, brutal o disimulada de la propaganda pandemocrática.


Hasta tal punto, que los espíritus mejor formados, los más fuertes, los más independientes, se encuentran a pesar de ellos, y sin que ellos mismos se den cuenta, influenciados por ella; en cuanto a los demás se encuentran fácilmente intoxicados, subyugados, aplastados, aniquilados, vaciados. Una inteligencia colectiva, democrática, sustituye la inteligencia de cada uno, impone sus dogmas de pensamiento, rígidos, inviolables; la conciencia universal democrática, sustituye a la conciencia individual y ella es la que fija de manera irrevocable lo que es verdadero y lo que es falso, lo que está bien y lo que está mal, lo que es hermoso y lo que es feo, lo que es legal y lo que es criminal, lo que es justo y lo que es injusto, lo que es razonable y lo que es insensato. Y lo que es verdadero, lo que es bueno, lo que es justo, lo que es hermoso, contribuye a glorificar la Democracia. Y lo que es falso, lo que es malo, lo que es feo, lo que es criminal, es todo lo contrario a la Democracia.


Esta sujeción no sólo se ejercita con repecto a la moral, con respecto a la propaganda, con respecto al espíritu, también se ejercita en la práctica respecto a la vida política. De hecho, el feliz ciudadano de una democracia tiene todas las libertades menos la de no ser demócrata. Para convencer a los recalcitrantes se emplean todos los medios legales o para-legales, y cuando estos medios parecen insuficientes, se recurre a los medios ilegales, a la fuerza.


Numerosos son los ejemplos, en todas las épocas y en todos los países. Los gobiernos llamados autoritarios no admiten los ataques contra las bases de un régimen, y en esto son lógicos con ellos mismos; no engañan a nadie. La democracia tampoco los admite, y con ello se engaña a ella misma, y no es más que una dictadura camuflada, la peor, la más abyecta, la más peligrosa, porque es la más hipócrita, la más envidiosa. Los felices ciudadanos de una democracia son libres al igual que el condenado a muerte lo es de pasearse sobre los dos metros cuadrados de su celda, con las cadenas en los pies.

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